por Gerónimo Elortegui
Dos más, rusas y mudas. Pero no otras dos más del montón. La primera: “Konets Sankt-Peterburga” (1927), dirigida por Vsevolod Pudovkin. La historia de un joven (Ivan Chuveliov) que empieza a darse cuenta de los manejos políticos a los que son sometidos los trabajadores por sus millonarios jefes para explotarlos en nombre de la revolución, que en realidad pasa por otro lado. Con guión de Nathan Zarkhi y co-dirigida junto a Mikhail Doller, Pudovkin consigue un relato ajustado y de un gran nivel dramático. Rozando la perfección.
La segunda: “Staroie i novoie Generalnaia linnia” (1929) con dirección y guión del maestro Sergei Eisenstein y Grigori Alexandrov y Marfa Lapkina en el protagónico. En este caso se trata del comienzo de la revolución en el sector rural de la Unión Soviética acompañado de un fuerte cambio producido por la industrialización del agro, permitiendo a los campesinos producir más, todos juntos y en menor tiempo. Con escenas geniales como la de un grupo de tractores sembrando y abriéndose en círculo y otras con el típico humor eisensteniano, ésta se convierte en una gran película. Dos maestros. Dos piezas de artesanía.
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